miércoles, 8 de junio de 2016

ARRIATES DE UNA ISLA (II): PROLEGÓMENOS DE UN VERANO EN MALLORCA

                             García Gual y quien esto escribe, fotografiados por Gastón Segura

En el invierno de 1984, acompañado por mi compañero Gastón Segura -actualmente un notorio novelista, a quien conocí en mis años de la Facultad de Filosofía y con quien pergeñé, acompañados por Paco García Donet,  la revista universitaria Aurora- tomamos un transbordador desde el Puerto de Valencia hacia Palma.
Llevaba varios meses detrás de la idea de dedicar un monográfico de la revista de literatura que habíamos creado en Sagunto, Abalorio, a la obra de Robert Graves. Me enteré entonces, por la prensa, de que una librería y galería de arte de Palma de Mallorca, Byblos, iba a inaugurar una exposición dedicada al autor del Yo, Claudio; así que que nos dirigimos hacia allá mi amigo y un servidor.
Allí conocí al helenista Carlos García Gual a quien le relaté todo mi proyecto y quedó entusiasmado, prometiéndome participar en él no solo con un artículo sobre la novela histórica de Graves, que era lo que yo le pedía, sino también con la aportación de una traducción de alguno de los relatos fantásticos de Luciano de Samosata en los que estaba, por entonces, trabajando.
García Gual, amabilísimo en todo momento, me presentó a la hija de Graves, Lucía, quien aceptó emocionada mi idea y me invitó a visitar su casa en Deià, Ca N´Alluny, donde me presentaría a su padre y podría Beryl Pritchard, su madre y segunda esposa de Robert, dejarme algunas fotografías para el monográfico de la revista.
El desalmado y soñador jovenzuelo que se había colado en aquella fiesta mallorquina a la que no había sido invitado, convirtió la velada en un proyecto prometedor que pretendía aportar luz nueva a un autor del que más allá de los tópicos sobre sus novelas poco se conocía: su poesía, sus estudios de mitología hebraica y micología, su conocimiento de la literatura española, sus cartas, su imprenta..La promesa de un feliz verano en Mallorca.

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